Así viajaban los tapatíos en las rutas en los años 60’s y 70’s

En las décadas de los 60’s y 70’s en la ciudad de Guadalajara, era escasa la gente que tenía automóvil, entonces la mayoría de los tapatíos se transportaban en camiones.

Asimismo, el transporte público era insuficiente, por lo que los tapatíos de aquella época padecían un calvario para ir a trabajar o al momento de regresar a sus casas.

En aquella época, todos los camiones iban al centro y de ahí regresaban a las colonias.

Para eso, el centro de la ciudad estaba saturado de camiones.

Lo peor de todo, es que todos parecían que tenían chimeneas, por todo el humo que expandían; haciendo el ambiente en algunas calles irrespirable.

Gente de la época afirma que: “Los “camiones” eran francamente horribles, sobre todo comparados con los actuales. Con una suspensión infame, debías ir bien agarrado con fuerza del tubo del asiento delantero, debías amortiguar con las rodillas”.

Mientras tanto, escuchabas los últimos éxitos de Miki Laure ya que el chofer las ponía a todo volumen.

Todos los camiones tenían un gran espejo arriba del chófer, por medio de este el conductor podía ver con ojos de águila sin perder detalle a los usuarios.

El uniforme oficial del operador era: camiseta de tirantes, lente obscuro y cuerpo sudorozo.

“Al viajar en el “democrático” todos convivíamos en una especie de hermandad popular, y como no íbamos a hermanarnos en aquel viacrucis si compartíamos sudores, aromas, masajes, sobradas. Todo incluido por 40 centavos” expresa Rafael Aguayo.

Asimismo, la cosa se ponía más romántica en las horas pico, pues para acomodarte o llegar a la puerta tenías que deslizarte como la humedad, de repegón y faje entre la multitud, pisando callos y hasta restregando cachete con cachete.

Además, si traías bolsa, portafolio o mochila, tenías que sostenerla por arriba de la gente, haciendo equilibrio porque no podías agarrarte del tubo.

“Todos los camiones olían a petróleo, porque tenían piso de fajillas de madera empapadas con ese combustible. Los tubos para sujetarse eran de fierro galvanizado de fontaneria, que te dejaban un refinado aroma”…

“En las mañanas la gente olía a perfume, jabón Maja, brillantina Wildrot, Brut 33, y a Old Spice, pero a medio día y en la noche el bouquet era una experiencia mística. Sobaco, sudor y lágrimas” dijo el señor Aguayo.

Crédito: Rafael Aguayo
“El transporte urbano, viacrucis de cada día”

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