Son muy pocos los tapatíos y visitantes que se han percatado de que el Centro Histórico de Guadalajara está conformado por una enorme cruz cuyo centro es la Catedral Metropolitana.

Esta cruz solo es visible desde las alturas y está formada por las cuatro plazas que rodean a la catedral, a lo largo se encuentra Plaza Guadalajara y Plaza de la Liberación (parte frontal y posterior de la catedral) y a lo ancho Plaza de Armas y la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres (laterales de la catedral).

Esta forma fue diseñada con la finalidad de que el santuario religioso más representativo de Guadalajara se mantuviera en espacio simétrico y armónico en sus cuatro puntos cardinales, de esta manera se puede apreciar una bella panorámica desde cualquiera de estas bellas plazas.

Antiguamente el centro de Guadalajara estaba conformado con múltiples casonas y fincas que rodeaban a la catedral. Sin embargo, en el año de 1940, el gobernador de Jalisco, Jesús González Gallo decidió diseñar un nuevo centro histórico para brindar un espacio de recreación digno a la creciente población de Guadalajara.

Para lograr este objetivo mandó a construir la Plaza de la Liberación, diseñada por el arquitecto Ignacio Díaz Morales.

El proyecto originalmente contemplaba dar una mayor vista a la fachada del Teatro Degollado y los edificios cercanos a éste, por lo que se decidió tirar dos manzanas con casas que ahí se ubicaban; entre ellas, la más destacada era la de la familia Cañedo, pilar importante en la historia de Jalisco desde finales del siglo XVIII.

Años más tarde, el centro tapatío pasó por constantes remodelaciones, hasta que finalmente quedaron las 4 plazas que actualmente conocemos: Plaza de la Liberación, Plaza de Armas, Rotonda de los Jaliscienses Ilustres y Plaza Guadalajara.

En su conjunto conforman una gigantesca cruz que puede ser visible solamente desde una gran altura.